Publicado el 30 de Octubre, 2005, 16:24
Ayer me fui a ver La novia cadáver de mi admirado Tim Burton, pero no voy a escribir sobre ello porque ya lo ha hecho muy bien Golosina caníbal. Después de verla, me pasé por Fnac y compré Capturing the Friedmans. Como le acabo de comentar a Óscar, que creo que se decantará por la de Cronenberg, cada vez me gustan más los documentales, por lo que acabo de abrir esta subsección de Cine. El documental nos habla de eso que todos sabemos y callamos: a) Que todos somos un enigma para los otros, incluidos nuestros más íntimos y cercanos. Que tenemos una vida externa que no refleja los conflictos, los problemas o los pecados que cometemos. b) Que no hay nada más temible que la justicia cuando es ciega y parcial y es totalitaria y corrompe todo lo que pretende limpiar y c) Que es posible documentar y grabar lo más íntimo y dar con ello testimonio de lo que ocurre desde dentro, para no tener que recordarlo, como dice Danny Friedman. Los Friedman son una familia externamente normal, como puede ser cualquier familia americana de clase media-alta. De origen judío, el padre ha estudiado en Columbia University y la madre, como tantas otras, se ha dedicado a su familia y a sus tres hijos. La vida sexual de la pareja, según cuenta ella, es pobre y aburrida, pero la armonía parece presidir la relación. Los hijos van creciendo, documentados por la cámara de super 8 que el padre utiliza y a la que sus hijos también se aficionan. De modo que Jarecki encuentra una cantidad de material que da testimonio de esa armonía que fluye solamente hacia afuera, pero que pronto veremos que es sólo una fachada.Es curioso ver los cuatro estratos de filmación: las grabaciones antiguas (de los años 50), hechas por el padre de Arnold Friedman sobre él y su fallecida hermana, y el hermano con el que que Arnold luego confesará también haber mantenido relaciones incestuosas (y el hermano no lo recuerda: es fascinante). Las grabaciones que Arnold Friedman hace a su familia desde los años 70: la perfecta familia americana, las fiestas, los disfraces, las vacaciones. Él, su mujer, su tres hijos varones. La seguridad económica, el coche con las placas exclusivas COMPUTER...esa apariencia que se demoronará ante nosotros. Las grabaciones, ya en los 80, que hace Danny Friedman, el hijo de Arnold y el primogénito, cuando ya el padre está acusado, para documentar esa Arnold Friedman, respetado informático, profesor y padre de familia, compra en el extranjero una revista con contenido pedófilo. Pillado, la policía le tiende una trampa y él cae. Un policía disfrazado de cartero le hace entrega de una segunda revista, y esto sirve para que se presenten a detenerlo y a registrar la casa: ese hogar aparentemente modélico. Es como abrir la caja de Pandora, comienzan a fluir todos los horrores. No sólo es inculpado Arnold Friedman, el padre, por el delito de comprar pornografía infantil, sino que se descubre que tanto él como su hijo mediano han cometido abusos y violaciones a un gran número de niños, tanto en las vacaciones familiares en un pueblito con lago y barquitas, idílico, como en su propia casa, a alumnos que acudían a la academia de informática que Arnold Friedman tenía en el sótano de su propio hogar. Al principio parece que la evidencia es irrefutable, pero a medida que avanza el documental se nos comienzan a plantear ciertas dudas, no sobre el delito en sí, sino sobre su alcance real. Arnold era un pedófilo. Eso parece probado, pero ¿hubo realmente violaciones masivas? Parece que no, que la policía de algún modo "infló"y manipuló a los testigos y presuntas víctimas y orilló sistemáticamente a todos y cada uno de los alumnos de Arnold Friedman para que declararan abusos sexuales. De modo que la histeria fue tomando cuerpo, exactamente igual que en la obra de Arthur Miller, Las brujas de Salem: por contagio. Y lo que comenzó siendo un delito menor por leer pornografía infantil, terminó siendo una condena con cientos y cientos de cargos por violación y abuso sexual a menores. De Dr. Jekyll a Mr. Hyde. De padre, marido y miembro ejemplar de una comunidad respetable a monstruo y violador de menores. Finalmente, Friedman acabará suicidándose en la cárcel. Más todavía, a Arnold Friedman se le hizo creer que si aceptaba los cargos y se declaraba culpable beneficiaría a su hijo en su juicio paralelo. Esto no fue así, de modo que el hijo también fue acusado, tras la declaración de su padre, con cientos de cargos del mismo jaez, por lo que al final terminó declarando que había sido violado por su propio padre y se había visto envuelto en las violaciones coaccionado por él. A pesar de ello, la juez le condenó a la pena máxima para un joven de 19 años: 18 años de cárcel. Capturing The Friedmans de Andrew Jarecki, Producción, Andrew Jarecki y Marc Smerling, Montaje de Richard Hankin, Fotografía de Adolfo Loring, Música de Andrea Morricone, HBO, 2003, 108\'. Nominada a los Óscar 2004 como Mejor Documental, Gran Premio del Jurado del Festival de Sundance 2003. |
Publicado el 30 de Octubre, 2005, 1:08
Para Lety Ricardez, que quería saber esta historia que yo no conocía (y me la tuve que inventar). Usted quiere saber la historia de Patricia y yo se la voy a contar. Debo comenzar cuando los cantantes llegaron a la ciudad ¿Usted sabe que en esta ciudad no había teatro? Parece mentira ¿verdad? Pero es rigurosamente cierto. Los cantantes llegaron de la ciudad de Ponte y lo hicieron en una carretita color chicle masticado llena de cosas, de triques y con sus colchones, sus vestidos, sus instrumentos para la orquesta y sus estampitas. No eran estampitas de vírgenes o de santocristos, sino que eran fotografías de ellos mismos en sus distintos papeles y que vendían a la salida de la función para redondear la ganancia. No me olvidé de eso con los años, porque mi prima Pachita se entusiasmó con el negro que cantaba el Otelo de Verdi y que en realidad no era negro, como usted comprenderá, sino sólo se pintaba la cara hasta el cuello y le llamo "estampita" porque cuando se fueron los cantantes, Pachi puso la estampa en un marquito de plata en un altarcito, con su vela, sus flores, sus conchitas de mar y su jarrito con tequila que se tomaba todas las noches antes de irse a acostar. Patricia andaba por la calle de la Reforma de la Patria muy quitada de la pena, cuando el barítono de la compañía, que estaba paseando al perro (no le conté que en el intermedio había un número de perro amaestrado que tenía mucho éxito), la vio. Desde el otro lado de la avenida, el barítono la saludó, haciendo una profunda reverencia, cual si estuviese enfrente de una reina. Con la gracia aprendida en miles de reverencias repetidas delante de los públicos más diversos, el barítono acertó a caerle en gracia a Patricia, por aquel tiempo una mujer que tenía un pecho abundante y unas caderas amplias, así como unos pómulos salientes y unos ojos tremendos, como de loba o de pantera negra. No era exactamente hermosa, pero parecía una mujer romana y su nombre le quedaba que ni pintado. La avenida de la Reforma de la Patria en ese momento quedó paralizada por ambos lados de la vía. Los coches y caballos que subían y los coches y caballos que bajaban no se movieron. Un segundo y siguieron su camino para arriba y para abajo con gran prisa, pero no se movieron durante ese segundo que tardó el barítono en ver a su ya desde instante amada Patricia hasta que los ojos de ella le devolvieron la mirada y le sonrieron.No hizo falta más para que se encendiera en ambos la llama de la pasión. Durante tres días y tres noches el barítono y Patricia no hicieron más que fornicar. Cuando llegaba la hora de la función, y ya vestido él con su traje de Gianni Schicchi, ya se sentía deseoso de terminar lo más pronto posible, desde antes de empezar a cantar, aunque no descuidaba sus actuaciones para que la obrita no perdiera el interés: no quería que la compañía pudiera resentirse de un fracaso. El lugar elegido para la representación era la plaza de toros, por lo que el esfuerzo de los cantantes se veía multiplicado, intentando llegar, sin ayuda de acústica alguna, hasta el último rincón. Sin embargo, Patricia y el barítono estaban felices porque al menos la ópera sólo constaba de un acto. En cuanto finalizaba éste, el barítono ejecutaba unas cuantas reverencias rápidas, después de recitar alegremente la última frase de su papel: Por esta travesura me han arrojado al infierno. Las reverencias las hacía ya sin la gracia de su gran reverencia de la Avenida de la Reforma de la Patria, para volver volando a los brazos de su amada. La desaparición de Patricia, entretanto, me angustió. Por aquel entonces se hallaba viviendo conmigo y al no recibir noticias suyas, me asusté. Usted ya sabe que confío poco en la buena suerte y más en la mala suerte y creí o soñé que Patricia estaba delicadamente tirada debajo de un puente de las afueras de la ciudad, con el cuello cortado y el vestido en desorden. Afortunadamente, recibí una carta. Patricia me explicaba lacónicamente que había encontrado al hombre de su vida y que se iba con él.Para entonces, cada una de las obras del Tríptico de Puccini ya había sido escuchada por todos los que en el pueblo acudían a esos acontecimientos, de modo que no quedaba otra que despedirse de su amado cantante o partir en calidad de acompañante. Por supuesto, Patricia decidió irse con él. Apresuradamente la ayudé a juntar sus cosas; nos besamos, lloramos un poco -yo más que ella-, y se fue. Aunque yo tuve mis temores, le deseé buena suerte y me desentendí. Estaba -no se lo niego,- un poquito enojada con ella.¿Usted conoce la obra de Puccini? Acababa de ser estrenada la obra y aquí ya se cantaba. Es la historia de un pícaro. Un pícaro plebeyo que aprovecha la oportunidad para que su hija y el noble Rinuccio, su novio, se queden con la herencia que no ha querido dejarles un tío lejano del muchacho. Para ello, se sirve de una suplantación. La anécdota es recogida por Dante Alighieri, quien la relata en el Canto XXX de su Inferno. Yo pensaba que el tal barítono era también un pícaro, llevándose a mi amiga con él sin el santo matrimonio. Pero quien quiera que no haya pecado, que tire la primera piedra. Me aguanté. No les deseaba un mal, pero quise dejar de pensar en ellos. No quisiera describirle al barítono, sólo diré que se llamaba Arturo, que era muy alto y que en su cara resplandecían unos ojos verdes que podrían incendiar la iglesia de San Felipe con una sola mirada, aunque ya no era tan joven. Y nada diré de su voz, tan poderosa y clara que cualquier inflexión inundaba el pueblo con una capa de rocío improcedente y súbita. Pasó el tiempo. Nada se volvió a saber de la huida. Casi la había olvidado yo, cuando poco después de mi matrimonio, vi llegar a una mujer con sus dos niños. Uno de ellos era alto y rubio como un ángel, mientras que el otro era moreno y pequeño y tenía una expresión amarga en la cara. Era ella. Patricia, transformada en un triste fantasma de sí misma. El barítono había perdido la voz una noche que había cantado desde la plaza del pueblo a Patricia, oculta en su habitación por causa de una trastada de su amado con una mujer cuyo nombre era Laura y que le había robado el corazón, aunque ya se hallaba arrepentido. A base de romanzas, Rigolettos, Papagenos y Don Giovannis se quería hacer perdonar la infidelidad. Estaba tan borracho que ni siquiera se dio cuenta de que hacía un viento atroz y de que nadie le escuchaba. Todos los habitantes de la ciudad habían cerrado las ventanas y habían huido a los rincones más profundos de sus casas, espantados por el aire sibilante. Patricia también estaba en lo más profundo de la casa entonces compartida con su amante, llorando, indignada y perdida. Por la mañana había recibido un regalo: un bebé pequeño, delgaducho y moreno, que llevaba una nota ensartada en el babero: Soy el hijo de Gianni Schicchi y me llamo Pablo. Si tú no me cuidas me voy a morir sin más. No se sabe si fue la aparición del hijo, el viento helado de la noche o la tristeza porque Patricia no le volvió a franquear la puerta de la alcoba, pero el barítono perdió la voz: se quedó completamente mudo. Completamente. Para evitar la ruina, decidió dedicarse entonces a la escritura y a la composición. Solía, me contó luego Patricia, escribir libretos con sus correpondientes partituras, que nunca llegaba a terminar. Sus ideas salían por la ventana en busca de aquel viento que le había arrebatado la voz. Como no podía comunicarse, su humor se agrió hasta tal punto que acabó bebiendo, hasta el fondo, todos los vasos de vino que pudo llenar. Al principio y sólo por orgullo, Patricia no le buscaba para darle consuelo o para decirle cuánto le amaba aún; pero poco a poco el amor se fue también por la ventana, se hizo más hondo el rencor, y el amor acabó huyendo como todo lo que habían tenido, tras aquel viento atroz. Volvió pues al pueblo con sus dos hijos. Nunca sintió otra cosa que amor por aquel pequeño regalado que había sido el causante de su desdicha. Lo quiso tanto como a su propio hijo. Volvió a mi casa, ahora mía, de mi marido y de mis hijos. No pude dejarla sola y sin amparo. De vez en cuando recibía una carta. Una carta que no tenía nada escrito: una carta en blanco. Patricia la guardaba en un cajón. Los niños crecían, ella iba envejeciendo. Nunca más volvió a amar. Aquellas cartas sin palabras se iban amontonando, ya sin abrir. Patricia había perdido la esperanza. Antes de morir, me pidió que las diera a sus hijos. Me señaló el cajón donde las guardaba. Me dijo: Así, mudo y en blanco se quedó mi corazón. Al poco de morir ella, reuní fuerzas, escribí a sus hijos, que ya vivían lejos del pueblo, que estaban ya casados, que ya no se acordaban casi de su madre. Vinieron a recoger su pobre herencia. Cuando vieron las cartas se indignaron, se fueron gritando improperios. Nunca más volví a ver al alto, rubio, hermoso Felipe, ni al moreno y delgado Pablo. Recogí las cartas. Por un extraño presentimiento las abrí, una por una. Todas decían lo mismo: Vuelve conmigo, y seguían las partituras. Cuando las había abierto Patricia – y yo estaba con ella, yo soy testigo-, no había nada escrito ¿Por qué ahora aparecían esas pocas palabras seguidas de ese torrente de notas escritas? Claramente se veían el Vuelve conmigo y los pentagramas, las claves, las notas, los compases: eran canciones de amor. Llorando, me acerqué a la ventana y escuché en silencio: un viento helado se desató y rugió toda la noche. |
Publicado el 29 de Octubre, 2005, 18:46
Hoy tengo varias cosas en mente. Por un lado, mi amigo Ferre ha vuelto a postear sobre cocina, con una riquísima receta de pasta que no os podéis perder. Y eso me ha hecho pensar en el tiempo que hace que no cocino rico. La última vez fue cuando vino la bella Sarita a verme desde Bolonia y la agasajé con unos riquísimos sopes a la catalana. ¿Es impropio acaso decir que me quedaron riquísimos? No lo creo: odio la falsa modestia. Estos sopes inevitablemente NO SON los sopes que yo haría si estuviera en México. Es más, si estuviera allá ni siquiera los haría, porque todo mexicano sabe que la mugrita callejera tiene un sabor inimitable que ningún guiso o plato hecho en casa puede igualar. Si no, que se lo digan a los de los tacos de canasta. Pero obligada por las circunstancias me voy a El Corte Inglés y me compro un saquito de Maseca. Esta harina de maíz -me duele decirlo-, está hecha en Gringolandia, pero es buena y por eso paso de juzgarla como harina imperialista. Así somos los exiliados: acomodaticios y muy inmorales. A la harina se le añade un puñadito de sal y agua tibia hasta conseguir una masa uniforme y elástica, como de nalguita de bebé. Se hacen bolitas del tamaño de un huevo de perdiz. Se coge una bolsa de plástico, se corta y se hace una gordita apretando la bolita de masa entre el plástico, con un plato o con un rodillo, de modo que quede del tamaño de un platito de café. Ni gordota ni muy fina. Esta 'mini pizza' se cuece en un comal. Más por un lado que por otro. Por el lado más tierno se le pellizca para que se forme una orla alrededor del borde. Esto se debe hacer quemándose las yemas de los dedos (es decir, mientras la gordita está caliente), si no, no se consigue el dichoso borde. Previamente se ha hecho la salsa de chile: tomates asados, chile (Cayena en rama: la hay en todos los supermercados en la sección de especias, en frascos como los de pimienta u orégano), y un poquito de sal. Esto se licúa y se aparta. También se le puede poner la salsa verde ya hecha que se vende enlatada. Ésa no se puede hacer en Europa porque no hay tomates verdes de los nuestros. Se cuecen patatas y se dejan enfriar. Una vez frías se parten en dados pequeños, y se fríen con pedacitos de chorizo de cocinar y una cebolla también picada, y sal. Se coge media lechuga y se corta en juliana. Se coge queso Feta (el fresco, no el que viene en frascos con aceite) y se deshace en grumitos. (El queso feta es el que mejor se parece al queso cotija nuestro: es igual de saladito y de sabroso). Y entonces se fríen los sopes en aceite de cártamo o de maíz: ¡jamás de oliva! Se les pone la salsa de chile y sobre ella, la patata con el chorizo, encima la lechuguita cortada fina y el quesito. Se tienen que comer calientes. Hay que calcular entre 6 y 8 sopes por persona porque son tan ricos que...son muy viciosos... Entre más picosos, más ricos. Estoy pensando que...como hay puente, me voy a hacer unos sopecitos mañana. Y me los voy a comer a la salud de todos mis cuates de acá y de allá. |
Publicado el 28 de Octubre, 2005, 15:27
Hace tiempo escuché esta historia. |
Publicado el 26 de Octubre, 2005, 21:29
El hecho de que el leviatán esté presente en aguas dulces y saladas hace pensar que, tal vez sean dos seres distintos, pero con el mismo nombre. O tal vez exista un leviatán de río y otro de mar. |
Publicado el 25 de Octubre, 2005, 19:08
Como Saint-Exupéry, yo también tengo un pincipito que llora por su rosa. -Si alguien ama a una flor de la que sólo existe más que un ejemplar entre los millones y millones de estrellas, es bastante para que sea feliz cuando mira a las estrellas. Puede decir satisfecho: "Mi flor está allí, en alguna parte…" ¡Pero si el cordero se la come, para él es como si de pronto todas las estrellas se apagaran! ¿Y esto no es importante? Quisiera consolarlo, prometerle que nada le ocurrirá a su rosa. que en el planeta ya no quedan corderos que puedan hacerle daño alguno. ¡Había en una estrella, en un planeta, el mío, la Tierra, un principito a quien consolar! Lo tomé en mis brazos y lo mecí diciéndole: "La flor que tú quieres no corre peligro… te dibujaré un bozal para tu cordero y una armadura para la flor…te…". No sabía qué decirle, cómo consolarle y hacer que tuviera nuevamente confianza en mí; me sentía torpe. ¡Es tan misterioso el país de las lágrimas! Sí, quisiera consolarle. |
Publicado el 22 de Octubre, 2005, 17:43
Me gusta mucho el cine de Sally Potter y me siento identificada con su feminismo humanista que no abronca a los hombres. Yo también creo, como ella, que no sólo las mujeres hemos sido despojadas de parte de nuestra historia, sino que también a los hombres les ha sido arrancada una parte de su ser, la más sensible y vulnerable, ésa que todos tenemos derecho a tener. Y por eso me gusta La lección de Tango. Y también porque hace ya muchos años, en un Festival de Tango en México, escuché hipnotizada e incrédula a Astor Piazzolla. Hasta entonces, esa música no me decía nada. A partir de ese momento ha pasado a formar parte de la banda sonora de mi vida. La película de Sally Potter se inicia con el momento crucial de la creación: la guionista y directora frente al horror de la hoja en blanco. Algunas ideas se materializan en color: algunas imágenes van apareciendo. Un pequeño percance, un incidente sin ninguna importancia impide la continuación de la escritura. Finalmente, ese pequeño percance se convierte en un obstáculo de tal magnitud que hace huir a Sally Potter a París. Casualmente o por destino, esto le llevará a conocer a Pablo Verón, a quien solicitará una 'Lección de tango'. Y Pablo va a enseñarle el tango solamente si ella está dispuesta a no pensar, si acepta seguirlo ciegamente. La tiranía se justifica porque sólo él es el maestro, sólo él sabe por dónde, cómo y cuándo deben moverse los cuerpos en conjunción perfecta, en sincronía con la música. Cómo me gusta esa idea del abandono total en los brazos del otro. Es condición indispensable para la creación común. 'El tango -dice Borges- es un sentimiento que se baila'. http://www.sonypictures.com/classics/tango/stillsclips/clips/tango2.mov Pero en París él es el maestro y ella se siente insegura, sola. Vuelve a Londres y piensa en una película (la película que hace rato que estamos viendo), con ella y con Pablo y con el tango. Y se lo propone. Le dice: 'Pero si aceptas protagonizar mi película, debes segurime en todo, ciegamente, sin pensar'. Y así, él debe a su vez abandonarse al conocimiento de ella, totalmente. Obedecer de la misma manera que ha sido obedecido: sin reservas. Me parece una idea tan hermosa, y tan perfecta. Pablo acepta, y van a buscar la raíz de todo en Buenos Aires. La raíz de esa música, de la danza, de la camaradería, del amor. http://www.sonypictures.com/classics/tango/stillsclips/clips/tango3.mov No sin problemas, la danza final se lleva a cabo en un galpón vacío, con el cello maravilloso de Yo Yo Ma y la música del Libertango de Piazzolla, sublime. http://www.sonypictures.com/classics/tango/stillsclips/clips/tangoyoyoma.mov Ponerse de acuerdo, aceptarse, entregarse, crear, darse: amar, AMAR. ( Sally Potter, The Tango Lesson (1997), UK-Francia-Argentina-Alemania. Sony. |
Publicado el 21 de Octubre, 2005, 14:37
Hoy mi querido emejota me ha dicho que ha percibido que soy impulsiva y que tengo mucho genio. Yo sé por qué lo dice. No está equivocado, eso vaya por delante. Su observación nació un día en que en su blog una anónima comentarista le pedía un nombre para ser bautizada por él. Admito que el caso me irritó. Y contesté, metiéndome en donde nadie me llamaba, que para qué inventarse un nombre si ya tenía uno desde chiquita. Fue un exabrupto, del cual luego me arrepentí un poquito. Sólo un poquito. Nunca he entendido por qué la gente tiene que enmascararse en internet. Es como si en la calle nos preguntaran nuestro nombre tras una conversación y dijésemos: " Ponme tú uno, el que te parezca" ¿Qué es eso? ¿A qué obedece ese miedo? Siempre he ido por la red con mi nombre, o no he ocultado que mi nick (reinadegrillos) soy yo misma. ¿Tal vez he tenido suerte porque no he temido nada? ¿La inocencia puede ser un escudo? ¿Ha sido simple suerte? Yo creo que la ocultación es tramposa y atrae la trampa, pero no lo sé. ¿Qué opináis? |
Publicado el 20 de Octubre, 2005, 14:46
Yo sabía que ese muro de adobe de Rulfo me llevaba a Micenas. He estado dos veces ahí y he sentido el peso de lo sagrado al cruzar la puerta de los leones o al penetrar en las tumbas de los reyes. El aliento homérico aún se respira ahí, en la fortaleza que domina aquel paisaje árido. Los héroes, los reyes, los mitos de la antigua Grecia respiran por las piedras y los arbustos de la ciudadela de Micenas, que por cierto no es vista al acercarse uno: todo es visible desde sus muros de antigua roca, mientras que ella permanece oculta a los ojos de todos los que se acercan a ella. Es una imagen del destino: para el destino somos tan visibles, mientras que nosotros, hasta que no lo alcanzamos no lo conocemos, no sabemos nada de él. Y esa idea me ha llevado a su vez al Edipo Rey de Pasolini, que he visto tantas veces y que tanto me recuerda aquella Grecia antigua que está representada en mi mente por Micenas. Micenas y Edipo Rey son conceptos que llevan a pensar en el mito, común a civilizaciones antiguas, ya sean prehispánicas o griegas. El mito es una realidad intraducible, una verdad poética. Cuando Pasolini filma Edipo Rey en 1967, todos leíamos a Mircea Eliade, en El mito del eterno retorno. Creo que de ahí parte la lectura que Pasolini hizo de Edipo y que filmó en Turquía, con música búlgara. Su aproximación no proviene de Freud, sino de la antropología de la religión y de su preocupación social y es por eso que el prólogo sitúa el nacimiento de Edipo en una villa lombarda de la Italia presfascista, y el épílogo lo sitúa, ya ciego y errante, en la Bolonia de los años sesenta. Pasolini coloca a su Edipo en cuatro coordenadas de calado ético y social: ceguera y destino, caos y destrucción social. Injustamente, Edipo es maldecido por el destino antes de su nacimiento: será esposo e hijo de su madre, padre y hermano de sus hijos, asesino de su padre. Y por ello es abandonado en medio del desierto para que muera. Sin embargo, ese mismo destino decide que no ha de ser así, y Edipo es recogido y adoptado por los reyes de Corinto. Ciego ante esta verdad, que desconoce, Edipo crece feliz y orgulloso de sí mismo por ser el hijo de los reyes, con la ceguera inconsciente de la juventud alevosa, pero, enfrentado al misterio insondable del oráculo, éste le desvelará su terrible destino. Edipo, horroizado, confundido acerca de sus orígenes, ciego ante la verdad que no conoce, decide abandonar a quienes cree sus padres para eludir ese destino: esto no hará sino acercarlo a él. Como en el cuento persa, el destino le aguarda al final de la huida.
Pasolini sitúa a su Edipo con los ojos cubiertos en cada cruce de caminos. Gira sobre sí mismo, inconsciente, cegado y el destino lo lleva, lo va llevando insensiblemente hasta el crimen de Layo. Por una minucia y un mal entendido orgullo, Edipo encuentra a su verdadero padre y le da muerte, ignorando su verdadera identidad: es decir, lo mata ciegamente. Envalentonado, mata también a la Esfinge que aterroriza a los tebanos y recibe el premio-castigo prometido: casarse con la reina Yocasta, su madre. A Yocasta, Edipo la ama fogosamente, furiosamente. Sin saber que es su madre, en ella encuentra todo lo que desea. Y ella en él. Pero el desorden ético, moral y social se hace presente cuando aparece la peste y mueren animales, hombres, niños en toda la ciudad. ¿Quién, dice Edipo es responsable de todo esto? Edipo sigue ciego e inconsciente, ignorando que él es el origen del caos y de la destrucción. Cuando aparece Tiresias y le previene sobre la cruel verdad, Edipo no cree que va a incriminarle, y provoca al viejo: le exige que hable. Y cuando habla el ciego profecta, el único que ve lo que no es aparente, el que puede por ello conocer la verdad, Edipo ya no puede seguir estando ciego. Yocasta, horrorizada por el crimen, se ahorca y Edipo, que ahora ve la realidad, se ciega. Es la paradoja del mito. Coge el alfiler del vestido de su madre-amante y se arranca los ojos. Desde el momento en el que conoce la verdad, Edipo debe errar por el mundo. Pero el Edipo de Pasolini acabará en las calles de la Bolonia de los años sesenta. Porque su Edipo es un hombre contemporáneo, que se ve arrastrado, inerme, por un destino que desconoce, ante el que está ciego. Y ese hombre nunca llega a saber que él mismo es el causante del caos que se desata en el mundo, y cuya destrucción él ha originado. El hombre moderno es un hombre ciego, que desoye las voces del destino; un hombre que, vendado, gira sobre sí mismo y toma a ciegas un camino sin saber hacia dónde es llevado: siempre ciego, y siempre inconsciente de lo que vendrá. Hasta que el caos y la destrucción se asientan en su vida, rompiéndola. Entonces ve. Y empieza a recorrer el mundo, ya olvidado de sí mismo. |
Publicado el 19 de Octubre, 2005, 14:45
![]() Y me lo pregunto, atónita, ante una grey que es "fans" por no decir servidora de dos estados, uno federal (USA) y otro, coalición de naciones (Reino Unido) que no parecen haberse "acabado" como estados ni mucho menos, como proclaman muchos españoles cerriles que pasaría con España, de aprobarse el Estatuto. Como persona que vive y trabaja en Cataluña desde hace mucho tiempo, me declaro incapaz de comprender lo que está pasando. Me da vergüenza ajena. Me siento mucho más catalanista que ayer y quizá menos que mañana. *Acuño el neologismo conscientemente, porque creo que no se trata de un brote de anticatalanismo (es decir, de un ataque conta el nacionalismo catalán), sino de una reacción contra Cataluña y lo que ella representa. |
Artículos anteriores en Octubre del 2005
- Rulfo fotógrafo (17 de Octubre, 2005)
- Encontrar un amor (16 de Octubre, 2005)
- Mi muñequita linda (15 de Octubre, 2005)
- María Izquierdo, una pintora eclipsada (13 de Octubre, 2005)
- El sueño de Mela Aizpuru (12 de Octubre, 2005)
- Masacrada por el Mosquito Tigre Asiático (11 de Octubre, 2005)
- Otelo (10 de Octubre, 2005)
- El erotismo de los caracoles (9 de Octubre, 2005)
- La noche y el día: la Condesa de Noailles y Natasha Gelman (7 de Octubre, 2005)
- Continuidad de los parques, de Julio Cortázar (6 de Octubre, 2005)
- Mi abuelo, Pedro De Lille Borja (5 de Octubre, 2005)