Publicado el 28 de Marzo, 2006, 21:42
Como mi blog de blogia funciona ya perfectamente, ahí os espero. Ya no tiene caso doblar los artículos. Un beso, y no me perdáis de vista. Gabriela |
Publicado el 26 de Marzo, 2006, 8:18
![]() Un algeriano, Mohammed Moulessehoul, que escribe con seudónimo femenino (Yasmina Khadra), ha de ser necesariamente un ser especial. Un escritor especial. Nació en 1955 en el pueblo de Kenadsa, en el Sahara Algeriano y se ha convertido en una de las voces más importantes del mundo cultural árabe dentro del panorama francés. Traducido a diecisiete lenguas, Khadra es autor de Las golondrinas de Khaboul, Los corderos del Señor, Lo que sueñan los lobos. Khadra fue hasta el 2000, oficial superior del Estado Mayor argelino. Por esa razón, sus obras habrían sido fuertemente censuradas y por ello optó por utilizar. como seudónimo, el nombre de su mujer. Khadra es uno de los pocos escritores árabes capaz de explicar la atroz situación que vive su país (y el mundo islámico en general), a causa de las luchas entre integristas y moderados, mediante una literatura de denuncia altamente corrosiva. Destaca su espléndida Trilogía de Argel: Morituri, Doble Blanco y El otoño de las quimeras, novelas policíacas de ambiente argelino que han conseguido sacudir las conciencias de muchos lectores europeos. Adscrito a una unidad de elite que ha combatido el terrorismo durante estos últimos años, el autor llevaba tiempo intentando abandonar las armas para dedicarse por entero a la escritura, y sólo en septiembre de 2000 consiguió licenciarse para dedicarse plenamente a la literatura. Merecen también mención especial : La parte del muerto (2004) además de esta pequeña joya que es Cousine K ( La prima K), que he leído en francés pero que está traducida al español, como casi toda su obra. Víctima del dolor, el protagonista, innombrado, vuelve la vista atrás para contar (¿a quién, por qué?), el incandescente dolor de la infancia. La infancia puede ser un Paraíso, pero también puede ser un Infierno. Marcado por la muerte brutal de su padre, a quien él mismo encontró colgando de una viga en el establo cuando tenía cinco años, y herido por la ausencia de su amadísimo hermano Amine, el innombrado vive (no vive) en perpetua agonía. Hay un amor que ilumina fugazmente sus días: la prima K. Pero ese amor se convierte en obsesión primero y luego en dolor inmenso. Inaccesible, la prima K, también adolescente, se convierte en su verdugo. El hombre narra desde una casa que han abandonado ya los criados, cansados de la tiranía de la madre. La madre lo ignora absolutamente: sólo tiene miradas y caricias para el otro hijo. Visitas del hermano: abandonos también, cada vez que se aleja camino del cuartel (es primero cadete, luego oficial del ejército). La casa, sola, antigua, el pueblo, como un espejismo. El cementerio, que visita los viernes, fascinado por los rituales de los entierros. La soledad. El tiempo, siempre igual, que pasa. En medio de esa monotonía, de ese dolor sordo, una luz. Luz que se convierte en sombra: la prima K., que aparece cuando el innombrado tiene 14 años. Luz y día, sombra y noche: En la primera parte de este relato predomina la figura del hermano. El hermano y la madre, unidos, cercanos. El innombrado queda excluido del vínculo. Apenas se le mira. La madre apenas existe hasta que llega el hijo, entonces, vive, tiembla, se emociona, cantan sus ojos, su cabello reluce, sus dedos avanzan una caricia. "Su habitación no era un santuario, más bien era una ciudad prohibida". "Cada vez que él vuelve, se diría que los dioses entran en trance." "Mi madre fluye, mi madre es cascada; no es más que un surtidor, una resaca, rápidos espumeantes. Sus manos – por lo general reservadas, distantes-, sus manos son riberas, sus brazos, deltas; mi madre es océano". La madre, cuando Amine llega con una joven hermosa, se encela, se rebela. El hijo es feliz. Amado por dos mujeres. "Mi hermano nació para ser feliz". La escuela, parapetado tras su mesita de escolar. La juventud en el liceo, apartado de los jóvenes que ríen, que juegan, que disfrutan. Siempre el tiempo, la ventana, a lo lejos, el pueblo, el odiado lugar: "He buscado por todas partes un rostro, una mirada digna de interés: nada. En Douar Yatim todo está enterrado…una vez terminada la plegaria del viernes, nadie se detiene en sus calles…es el estío, el estío magrebí…Los escasos olivos parecen supliciados: ellos jalonan el camino que lleva a las puertas del Infierno." La soledad y el tiempo minan el alma del innombrado. Ausente, ya para siempre la prima K., el tiempo: "Hoy como ayer, seguramente igual que mañana, continúo escrutando la penumbra sin saber por qué, velando el silencio sin saber para qué. Me tiendo en mi lecho. Los ojos cerrados, las manos sobre el pecho, yo me tiendo y espero...pero el tiempo no espera, él, no. Sordo como la suerte, ciego como la muerte. Traiciona con magnificencia la inconstancia de las penas perdidas." El dolor se volvió odio. El amor despreciado, la crueldad de los otros, el desprecio, el despego, la soledad, la ausencia, todo clamó venganza. Incandescente, el dolor acumulado se levantó como un puñal sobre el muro. Yasmina Khadra, Cousine K, Éditions Julliard, París, 2003. En español: La prima K, Zoela Ediciones, 2003. |
Publicado el 25 de Marzo, 2006, 9:08
![]() Aquí dejo el comentario de texto escrito por mi alumno Carles Cadenas Blanes, de Primero de Bachillerato Tecnológico. El texto original del cuento de Borges, lo podéis consultar aquí. 1-Resumen. Emma Zunz, trabajadora de la fábrica del Sr. Loewenthal, se entera por una carta de la muerte de su padre. Evoca y rememora los recuerdos de la infancia vividos con su padre Emmanuel Zunz, luego Manuel Maier, cómo se lo llevaron a la cárcel por robo y la confesión que le hizo de quién era el verdadero ladrón: Loewenthal. Al día siguiente prepara el plan de venganza y la coartada. Concierta una entrevista con Loewenthal, el auténtico autor del robo del que acusaron a su padre. Provoca su propia violación. Va a la casa de Loewenthal y, con el deseo de vengar su propia violación y la muerte de su padre, le dispara tres veces. Llama por teléfono y repite: “Me citó por lo de la huelga, abusó de mí, lo maté”. Todo lo que dice es verdad, todo es cierto, excepto las circunstancias, la hora y algún nombre propio. Escritor argentino nacido en 1899, se considera una de las figuras claves de la literatura contemporánea. Hijo de una familia acomodada, durante la primera guerra mundial residió en Europa. Se educó en un ambiente propio de la cultura inglesa y estudió en Ginebra. Los años que residió en España le permitieron mantener contactos con el grupo ultraísta, lo que propició que asumiera sus principios y que los exportará a Argentina a través de varias revistas y de sus primeras obras poéticas. En esta época fundó la revista “Proa” junto con Macedonio Fernández. Quizá se conozca a Borges como cuentista, con textos plagados de fantasía, donde la realidad y la ficción se entremezclan sabiamente y donde se hace literatura de la propia literatura, al mismo tiempo que vierte sus experiencias artísticas, históricas y literarias. Persona de vastísima cultura que ha quedado reflejada en su obra, Borges es una figura importantísima en la literatura actual. Su influencia ha sido decisiva en multitud de escritores tanto de su época como posteriores, al mismo tiempo que ha recibido numerosos galardones, como el Premio Cervantes en 1980. Falleció en 1986. |
Publicado el 23 de Marzo, 2006, 18:33
![]() Hace unos días me llegó un libro de arte: Seeing Ourselves ( Women's self-portraits), de Frances Bozzello, Thames&Hudson, Londres, 1998) que es una historia del autorretratos femenino desde el siglo XVI hasta nuestros días. De todas las reproducciones he decidido compartir éstas: Catharina Van Hemessen :el primer autorretrato de un pintor (que se sepa), independientemente del sexo, que muestra a un/a pintor/a ante el lienzo (1548) Ana Waser se pintó a los 12 años. Fue una niña prodigio (1691) Anna Dorothea Therbusch se pintó mostrando los estragos de la edad y con el anteojo necesario para la lectura (1762) Elisabeth Vigée-Lebrun se presentó a la sociedad de su tiempo llena de candor y belleza juvenil (1781) Zinaida Serebryakova se muestra en la intimidad de su tocador (1909) con buen humor y un toque de erotismo Dorothea Tanning, pintora surrealista, se muestra hermosa y con las puertas que la circundan abiertas a lo desconocido. A sus pies una bestia sugiere el poder de lo onírico (1942) La chicana (mexicano-americana) Yolanda M.López se pinta usurpando los hábitos de la Virgen de Guadalupe y con aspecto feliz y dinámico (1978) Rachel Lewis pinta su enfermedad en un collage con el trasfondo de los recortes de diarios y revistas que la oprimen con la presión soscial de la delgadez y de la moda (1990) Jenny Saville pinta su enorme cuerpo sin pudor, un cuerpo marcado con palabras o marcado, como esperando el escalpelo de cirujano plástico (1992) |
Publicado el 19 de Marzo, 2006, 13:07
![]() Me gustan los libros que me hacen pensar. Me gustan incluso los libros que me hacen pensar y con los que no estoy de acuerdo. Algo, en el fondo de los libros de Pascal Quignard entra en contacto conmigo. Algo que está oculto, quizá la perversión que está en el origen del lenguaje, quizá la conciencia de que el lenguaje es impuro. La convicción de que en él descansa el secreto del árbol del Bien y del Mal, como en el cuadro de Durero. *** "La sonata de la casa antigua, ignorando las generaciones minúsculas, tiene una lentitud que rebasa la memoria de sus habitantes sucesivos. El piso gime. Las persianas golpetean. A cada escalera corresponde una llave. La puerta del armario cruje y el resorte de los viejos divanes de cuero contesta. Desecadas por el verano, las maderas de la casa ensamblan un instrumento de música a la vez regular y desordenado, que interpreta una obra de perdición, afligida por un deterioro tanto más amenazador cuanto que es efectivo, incluso si su lentitud no la torna jamás íntegramente perceptible para los oídos de sus habitantes humanos. La casa antigua canta un melos que, sin ser divino, rebasa la escala de quienes allí fueron educados o de quienes allí murieron y conocimos, que sólo agregaron sus cantos al amanecer o al ocaso. Es una melopea lenta que habla a la familia, comprendida como una masa de varias generaciones, en acto, sin que ninguno de sus elementos globales o moléculas privadas y provisorias la capte verdaderamente, y que llora sin fin su propia ruina, que ella misma anuncia."
Pascal Quignard, El odio a la música Diez pequeños tratados (La Haine de la Musique), Trad. y notas de Pierre Jacomet, Editorial Andrés Bello, Capellades, 1998. |
Publicado el 18 de Marzo, 2006, 23:25
![]() Entonces yo desconocía la trágica vida del escritor: Hugo sufrió durante toda su vida por la pérdida de sus seres más queridos y padeció un larguísimo exilio por defender los derechos del hombre y por oponerse a Napoleón III, antes de recibir los lauros nacionales y la aclamación popular. La familia de Adèle Víctor Hugo vivió una infancia nómada, siguiendo el trayecto que la carrera militar y política de su padre le marcaba: Italia, varios lugares de Francia y España, con José Bonaparte, y algunos periodos de internado le marcaron profundamente. Sus padres tuvieron un matrimonio infeliz, lleno de altibajos. La madre de Hugo tuvo un sonado romance con otro general, bonapartista como su marido, Víctor Lohaire y desafiante, bautizó a su hijo con su nombre. El padre de Hugo, por su parte, vivió abiertamente durante años con su amante, Catherine Thomas, hasta que Bonaparte le obligó a abandonarla. Finalmente, los padres del poeta se divorciaron. Víctor Hugo conoció a los 7 años a una niña de 6: Adèle Foucher, hija de unos íntimos amigos de sus padres. Sorprendentemente, tanto los Foucher como los Hugo opusieron muchos obstáculos al matrimonio de Adèle y Víctor cuando éstos decidieron unir sus vidas, a pesar de que Hugo, en 1822, ya comenzaba a hacerse célebre tras vencer en los Juegos Florales y publicar su primer libro de poemas, Odas, por el que obtuvo una pensión de Luis XVIII. Finalmente, el matrimonio se llevó a cabo tras la muerte de la madre del poeta en ese mismo año. El hermano de Víctor, Eugène, enamorado perdidamente de su cuñada, padeció una crisis mental tan terrible que tuvo que ser internado en un asilo, tres meses después de la boda. La sombra de la locura comenzó entonces a planear sobre la familia del poeta. Adèle Foucher fue una mujer hermosa, inteligente, cuyo espíritu inquieto se manifestaba en sus escritos, dibujos y pinturas. Aun cuando su amor por Víctor Hugo fue muy grande, el narcisismo de Hugo y la vocación exigente de su esposo la decepcionaron. Ambos vivieron juntos y separados en una relación inestable que no consiguió romperse del todo ni ser del todo satisfactoria para ninguno de los dos. El matrimonio tuvo cinco hijos y a todos los vio morir Víctor Hugo, con excepción de Adèle, quien murió en 1915: Léopold (1823), el primogénito, murió recién nacido; Léopoldine (1824), murió ahogada junto con su esposo, Charles Vacquerie, a los pocos meses de su boda; Charles (1826), por una tuberculosis galopante, François-Víctor (1828) de cáncer. Sólo le sobrevivió Adèle (1830). Tanto Adèle Foucher como Víctor Hugo fueron infieles: Adèle amó sin discreción al famoso crítico literario Charles Augustin Sainte-Beuve. Incluso se llegó a rumorear que Adèle era hija de Sainte-Beuve y así lo creyó también el célebre crítico, cuando escribió que su único aliciente en la vida era la hija menor de ’los Hugo’. Adéle Foucher, cuando la niña cumplió diez años, envió a Sainte-Beuve un retrato -dibujado por ella misma-, de la niña de sus amores, a lo que el crítico respondió con la publicación de un libro de poemas cuyo título es suficientemente explícito: Livre d’Amour. La tragedia de Léopoldine La gran tragedia de la familia fue la muerte de Léopoldine. Adèle tenía 13 años cuando su hermana, la preferida de Hugo, cayó de una barca en el Sena y se ahogó. Su marido, Charles Vacquerie, excelente nadador, se tiró tras ella y se dijo que prefirió morir con ella que salvarse. Sus cuerpos se encontraron en el fondo del río en ceñido abrazo. En el infortunado accidente murieron también un tío y un primo de Charles. Durante años, los Hugo se reunieron en la salita del apartamento parisino para invocar a Léopoldine, desplegando el vestido que llevaba cuando cayó al río, en inútiles, patéticas reuniones espiritistas. No cabe duda de que todo esto afectó profundamente a la joven Adèle. La tristeza invadió a toda la familia y se puede observar en el semblante de Adèle en las pocas fotografías que conocemos. Melancolía que no es sólo retórica fotográfica. A partir de 1848, la situación política se complicó para Hugo y para sus hijos y amigos, que se oponían francamente a Napoleón III y que defendían la necesidad de la República. Hugo no compendió, a pesar de sentirse campeón de la libertad, la necesidad de Adèle de llevar su propia vida. Adèle se quejó de que no podía siquiera salir sola a comprar un periódico. George Sand y otras mujeres luchaban por la emancipación femenina. Leer a Sand fue para Adèle una revelación. Francia se agitaba bajo vientos de renovación. Los hijos de Hugo fueron encarcelados, así como Auguste Vacquerie, hermano de Charles y enamorado de Adèle, quien probablemente fue su primer amor. Auguste Vacquerie representaba para Adèle –bastante más joven que él- , la oportunidad de saber qué tipo de pasión había encendido su hermana Léopoldine en Charles. Ambos hermanos eran tan parecidos como las dos hermanas. El amor que sintió Adèle por él fue intenso y fugaz y probablemente no fue un amor platónico. Adéle escribió: Sé que sufres. Me entregué a ti porque sufrías. La prostitución puede significar una sublime devoción y no sabemos si una mujer pública no es una hermana de la caridad. Este enamoramiento duró poco. El diario sugiere intimidad amorosa, pero él pronto se cansó de la joven Hugo y se casó con la hija adolescente de George Sand, Solange. En una ocasión, el violento Clésinger estuvo a punto de matar a Solange, a su hermano y a George, quien juró que nunca más le admitiría en su casa. Sin embargo, Adèle (quien debía conocer todo esto a través de Sainte-Beuve), escribía después: Tuve el cielo en mi alma. Amé, sentí que me encontrabas hermosa. Tenía 18 años ¡Amor, amor feliz! ¡No hay nada más hermoso en este mundo! Poco después, Adèle soñó (ella siempre pensó que premonitoriamente), que encontraría a un inglés y que ese inglés sería su verdadero amor. En 1852 Hugo se ve precisado a exiliarse, primero a Bélgica, de donde es expulsado, luego a Jersey y Guernessey, islas del canal de la Mancha que gobernaba Inglaterra y en las que Adèle conocerá a Alfred Pinson, a quien identificó como el inglés de sus sueños. Escribió: Al verlo, me encendí. Sin embargo, rechazó su oferta de matrimonio. Para ella, el matrimonio equivalía a tiranía masculina. Antes de huir hacia Nueva Escocia en busca de ese sueño, Adéle intentó ser reconocida como compositora y pianista y comenzó a hacer trámites para publicar sus obras en Bruselas. Víctor Hugo no la apoyó. Para él, el piano era Una bestia de palo. Adèle proyectaba también un libro sobre la emancipación femenina, pero el destino de una escritora era aún más incierto: claudicó, aunque siguió escribiendo compulsivamente. En 1892 fueron descubiertas dos mil páginas sobre los años de exilio de Hugo en las islas del canal Jersey y Guernessey, que fueron atribuidas, en un primer momento, al propio Víctor Hugo. En 1952, Réné de Messières, cónsul francés en Nueva York, reveló en la universidad de Harvard que la verdadera autora del dietario fue la hija más joven de Hugo: Adèle. En realidad había dos diarios, uno trataba con minuciosa exactitud de los días pasados en las islas por la familia Hugo. El otro, escrito en lenguaje cifrado, era el diario íntimo de Adèle.
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Publicado el 14 de Marzo, 2006, 19:03
![]() Desnudos de Antonio López Mi madre, aunque era una mujer culta y muy preparada, hacía pocas cosas conmigo. Su trabajo centraba su vida. La definiría con esa afortunada palabra en inglés: Workoholic. Adicta al trabajo. Una adicción que para los demás puede ser tan devastadora como cualquier otra. El caso es que recuerdo que los domingos solía llevarnos al teatro del Bosque (en Chapultepec) a ver obras infantiles, o al zoo y al trenecito, pero sólo cuando estaba a bien con mi tío Mario, que era quien llevaba la batuta en estas salidas. A veces fuimos al museo del Castillo de Chapultepec, que era muy didáctico (no sé cómo estará ahora), con sus muñequitos figurando batallas, sus escenas miniaturescas de la historia de mi país y dos preciosos cuadros (creo que parecían de algún seguidor de Wintelhalter) de Maximiliano de Habsburgo y de Carlota, fugaces e inoportunos emperadores de México. De todo el museo, lo que más me gustaba eran esos cuadros. Pero no tuve una educación artística de niña. Sin embargo, como ya he contado antes, en la biblioteca de mi abuelo había muchos libros, y por ellos comencé a ver cuadros en ilustración. Mi madre recibía varias revistas en inglés, y ahí también me enteré de qué se cocía en el mundo el arte, porque recuerdo que cuando yo tenía 16 años y entré en la Prepa 6 de Coyoacán (había perdido un año a causa de la muerte de mi madre y una estancia que resultó frustrante en Wisconsin, con mi tía Chata), ya sabía quiénes eran Leonardo, Rafael, Miguel Ángel y Henry Moore, Alexander Calder y algunos otros. Recibí algunas clases de pintura junto con mi gran amiga de la secundaria Marilú Nájera Coronado. No recuerdo más que visitas escolares a los museos de San Ángel, ni recuerdo con precisión cómo comencé a sentirme atraída por la pintura. A los 17, yo pintaba esporádicamente, aunque, como he mudado tanto de casa, no conservo nada de lo pintado entonces. Quizá no fue hasta que llegué a Europa ( a los 23 años) que verdaderamente comencé a ver arte en el Louvre, el museo de Orsay (entonces en la Orangerie). Como dice David Hockney en su libro El conocimiento secreto, lo normal es familiarizarse con el arte a través de las ilustraciones. Puede que sea cutre, pero es así. Por eso es importante internet: pone a nuestra disposición un gran número de ilustraciones. ¿Cómo se puede aprender a apreciar el arte? Viendo arte, no importa en qué forma: por internet, a través de libros, in situ. Lo que sí es verdad es que para ver arte no hay que tener prejuicios, no hay que tener miedo tampoco. Si a alguien no le gusta Picasso ¿por qué no va decirlo? Y hay que tener gusto ¿Gusto? tal vez el gusto se educa cuando se ve arte. Yo sé que siempre he tenido buen ojo. Y que nunca he dudado sobre la calidad de una obra, sea abstracta o figurativa. Como soy impulsiva, no me importa lo que opinen los demás. No tengo complejos. Soy ecléctica en mis gustos artísticos. Salvo la pintura italiana en su mayoría (que encuentro excesivamente esteticista y por ello, superficial, salvo excepciones), adoro la pintura de todos los tiempos y de todas las tendencias si me parece buena, si me habla. Dialogo con las obras. Cuando las veo, ellas me hacen preguntas, me suscitan una indagación estética. Una emoción, también, aunque no soy de las que lloran frente a un cuadro. La única vez que recuerdo haber llorado fue en el Prado, ante las sonrosadas mejillas de la Maja vestida de Goya, que parece que esté respirando. Es importante no confundir el arte con la búsqueda o el hallazgo de la Belleza. El arte no busca la Belleza, como dice Tomás Segovia (en A Contracorriente): a veces la encuentra, casi de pasada. El arte busca la verdad. El arte tampoco busca la fiel reproducción del mundo, ni siquiera en las épocas realistas: busca un simbolismo de ese mundo. Una interpretación. El arte no busca la perfección de la forma: busca la transmisión de una emoción o de un sentimiento, o de un pensamiento. El arte es a menudo feo, irrealista, imperfecto. En cuanto a la pintura figurativa, he aquí algunas muestras de pintores que me interesan: |
Publicado el 11 de Marzo, 2006, 17:07
Con la anuencia de mi alumno de Primero de Bachillerato (Tecnológico), Eduardo Pérez Pellitero, publico aquí su excelente Comentario del soneto X de Garcilaso que comienza diciendo: "Oh dulces prendas"…1. Busca la biografía (breve) de Garcilaso: resume los hechos más importantes de su vida.
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Publicado el 4 de Marzo, 2006, 11:12
El concepto de museo que ofrece el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona es el nuevo concepto de museo. Más allá de la mostración de obras de fondo (de las que carece), lo que ofrece el CCCB en cada una de sus exposiciones es una experiencia que no se olvida. Se trata de un museo interactivo ( pero no falsamente interactivo, que funcione por oprimir botoncitos, no), didáctico, que expone escenográficamente, que integra ambientes, atmósferas, olores, sensaciones, sonidos. Además, el CCCB ofrece proyecciones, cursos, conferencias y excursiones. Muy ligado a los temas urbanísticos y arquitectónicos, no está desvinculado de otras áreas que frecuentemente no entran en los museos como el cine, los temas políticos y sociales o la antropología urbana.
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